MARTORELL.
MAESTRO INMORTAL
En el marco de los 20 años del Centro de Bellas Artes de Caguas y de los 75 años de la Universidad Ana G. Méndez, el Museo y Centro de Estudios Humanísticos del recinto de Gurabo celebra por medio de esta colaboración ambas gestas rememorando, a su vez, la puesta en escena que de La Plena Inmortal del maestro Antonio Martorell hace 15 años en sus salas hiciera. Fiel al adjetivo que la acompaña, revisitar las piezas que de esta serie el museo resguarda, al igual que las palabras que el propio Martorell entonces redactara, es constatar su vigencia y descubrir un sesgo, incluso, premonitorio que torna más trascendental su constancia. Así como el artista rinde homenaje a Lorenzo Homar y a Rafael Tufiño en la instalación Los maestros --que es también parte de este conjunto diverso y se exhibe de manera permanente en el vestíbulo del museo-- hemos incluido cuatro carteles de estos para de otra manera reunirlo con ellos. Flanqueado uno suyo por los de aquellos que al enseñarle desprendidamente su oficio abrieron paso a que sumara a la M de su apellido paterno la M mayúscula de Maestro, la presente exposición es igualmente reconocimiento del valor infinito de la enseñanza y del aprendizaje. Bailemos, pues, esta plena en celebración de aquellos que han sabido construir sobre lo que otros han construido antes, como quien se sostiene en los hombros de gigantes. Bailémosla, y en zancos, por los que de esta manera han conseguido hacerse inmortales.
Irene Esteves Amador, Ph.D.
Directora, MCEH
La Plena Inmortal
Si las circunstancias que generaron La Danza Macabra en el tardío medioevo y el temprano Renacimiento europeo eran sin duda mortales, no lo son menos las que agobian el tan globalizado mundo de nuestros días que amenazan en convertirlo en una larga noche final. Guerras, epidemias, fanatismos religiosos, cataclismos naturales, hambre y miseria, migraciones forzadas, racismos criminales e iniquidades tanto sociales como económicas son el duro y rancio pan nuestro de cada día.
Aquellos ejemplares grabados en madera de Hans Holbein, el joven, acompañados de versos en los cuales se invita a bailar y se emplaza a morir en un corte transversal y representativo de la sociedad de esos tiempos con el Papa a la cabeza seguido del Emperador, reyes, cardenales, arzobispos, doctores, duques, condes hasta llegar a los soldados, carpinteros, labriegos y el mismo artista creador de las imágenes recobran su original sentido transformado y amplificado en nuestros tiempos con el agravante de que los nuevos agentes de muerte son mayores y más eficaces puesto que incluyen bombas atómicas, armas bioquímicas además de drogas que garantizan inmediatos placeres y muerte promovidos por el lucro indiscriminado y la irresponsabilidad social.
No nos debe sorprender entonces que partiendo de esta arcaica tradición que junto al catecismo y las barajas es de las primeras expresiones de la gráfica impresa europea unida a la herencia cercana del primer portafolios linográfico en las artes puertorriqueñas elaboradas por mis maestros Lorenzo Homar y Rafael Tufiño titulado La Plena sumado a mi larga estadía en México y exposición a la obra de José Guadalupe Posada, decidiera acometer La Plena Inmortal. Esta serie de grabados en madera de formato octagonal impresos en diversos papeles pegados sobre plástico con versos integrados a los mismos siguiendo el patrón de versificación métrica propia de la plena, el octosílabo, retratan el panorama actual tan puertorriqueño como caribeño y universal que incluye personajes tan del pasado como del presente (el Papa), del país (el piragüero) y de los Estados Unidos (el presidente), de las artes (el mascarero), de las profesiones (la jueza) y de las armas (el soldado), en fin, un kaleidoscopio tan mortal como colorido, tan retórico como crítico.
Octágonos de 46” de diámetro unidos por diamantes de 19” de alto con retratos de artistas visuales y sus modelos en los cuales se desnuda la vida o se viste la muerte incluyendo el cine, una historia del arte universal realizada en grabado en punta seca sobre cobre impresos en diversos papeles pegados al plástico configuran frisos, zócalos, pisos, se elevan en chiringas rodeando al espectador en una danza de formas y colores invitando a bailar la vida apuntando con humor a los males mortales que nos aquejan, los de nuestra propia autoría y la ajena.
Plena inmortal porque quien canta o invita a bailar es la muerte y nosotros los mortales bailamos al son que ella nos toca y cuando nos toque también. Ella es inmortal, nosotros mortales, pero mientras tanto, bailemos.
Antonio Martorell
Playa de Ponce, Puerto Rico 2009
Este texto fue publicado originalmente en el catálogo de la exposición La Plena Inmortal de Antonio Martorell, celebrada en el Museo y Centro de Estudios Humanísticos Dra. Josefina Camacho de la Nuez, de la entonces Universidad del Turabo.